Guardias médicas localizadas

Guardias médicas localizadas. Para los profanos en cuestiones sanitarias: que uno va de urgencia y el médico no está allí, de presencia. Lo llaman — o no — en función de lo que se trate. Normalmente, te atiende un facultativo de índole más general y, tras una orientación de lo que tienes, pide el concurso de otro médico especialista en cierta materia, este de guardia localizada. 

Las guardias localizadas no son de siempre. Hace quince años o así, lo que había era guardias de presencia física, las de toda la vida: el doctor estaba en su puesto durante 24 horas. Y, con ello, conseguía algún que otro derecho. Entre otros, el derecho a la libranza o saliente de guardia: tras estar uno de guardia, no tenía la obligación de seguir currando la mañana siguiente, a lo largo de la jornada reglamentaria. 

Lo que sí es de siempre es lo exiguo del salario por la jornada «normal» o «reglamentaria» (el equivalente a las 38 horas semanales). Y, por tanto, la necesidad hecha costumbre de complementar los ingresos con la realización de guardias médicas. Claro que ello conllevaba un número de «salientes», o días «normales» sin trabajar. Con lo que, a fin de cuentas, el personal disponible para el trabajo reglado (por ejemplo, aliviar las listas de espera quirúrgicas) era inferior a las plantillas teóricas. Y ahí llegó la guardia localizada. Una idea brillante, donde las haya. 

Lo de la guardia localizada fue un buen negocio para el Servicio Andaluz de Salud. De entrada, se enviaba a muchos médicos de guardia a casa, cobrando mucho menos por guardia. Y, por si fuera poco, se acababa el derecho a la libranza: tras una guardia localizada, tenía uno el deber inexcusable de empezar a currar a las ocho y media, con una agenda de trabajo normal. En pura consecuencia, el Servicio Andaluz de Salud pergeñó a medias una normativa para salir del paso, y vamos que nos vamos. 

Llevamos así mucho más de una década. Buena parte de la plantilla no ha conocido otra modalidad de guardia. Y, sin embargo, los problemas de la guardia localizada están ahí, eternamente aparcados, sin gobierno — responsable — que los quiera abordar. 

Para empezar, ni todas las especialidades son iguales ni, en buena lógica, toda urgencia médica es susceptible de ser atendida mediante la guardia localizada. Se precisa de una reglamentación bien informada que establezca qué puestos de guardia pueden ser cubiertos de forma localizada y cuáles precisan de presencia física: que no es lo mismo una arritmia compleja, letal en minutos, que una endoscopia urgente, que puede demorarse un par de horas mientras se remonta un sangrante. Aun con la debida flexibilidad, lo esencial de dicha normativa debe ser similar en todo el territorio. 

Además, tenemos que definir de modo preciso ciertos detalles de la guardia localizada. Por ejemplo, ¿cuál es la distancia máxima del centro a la que puede estar el facultativo de guardia? ¿Son lo mismo las distancias en el ámbito rural, de accesos habitualmente más despejados, que en el urbano, donde distancias más cortas que en el primero conllevan mayores tiempos de desplazamiento? 

Acabo de subrayar el negocio que la localizada comporta para el SAS. Es comprensible, por tanto, que su empleo se haya propugnado tanto en estos tiempos. Se han generado así situaciones de peligrosidad para el ciudadano, atendido de entrada por personal médico en formación o de especialidades más generales, retrasando a veces el abordaje de problemas vitales por parte de los especialistas correspondientes. 

Pero, además, se han generado situaciones de abuso para el profesional. En este sentido, el hecho de estar de guardia localizada no establece a priori cuántas veces se te puede llamar, y cuál es el resultado de dichas llamadas. Supongamos una primera llamada a las 18:03, que exige acudir al centro. Tras resolver en 42 minutos, el médico de guardia localizada se vuelve a su casa. Pero puede ser perfectamente factible que se le llame de nuevo a las 2:05 a.m., resultando esta vez en la necesidad de meterse en una intervención quirúrgica de complejidad, que viene a acabar a las 6:52 a.m. Con nuestra normativa en la mano, al galeno le corresponde menos remuneración que si hubiera estado de guardia de presencia física. Y, por si fuera poco, ahí tienes al doctor, currando a las ocho y media del día siguiente. Como si hubiera dormido ocho horas a pierna suelta. Crueldad para el trabajador, qué duda cabe, y, por si fuera poco, peligroso para todos los pacientes que uno tiene que ver en esa mañana. 

Imaginemos, además, que en agosto solo queden dos compañeros para cubrir el servicio. Resultan a quince guardias localizadas cada uno, sin saliente, por supuesto. 

Uno concluye que esto es algo más que un negocio para el SAS. Es un abuso tóxico e indebido. Uno para los profesionales — en tiempos en que no abundan, precisamente —. Y también para los ciudadanos, atendidos en las condiciones arriba comentadas. Precisamos de urgencia una acción normativa consciente e informada que venga a poner unas bases nuevas para la situación.

 

 Firmado Federico Relimpio Astolfi, médico.

 

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