La medicina de Atención Primaria desaparecerá en menos de una década ante la pasividad de las autoridades sanitarias

En unos años la medicina de Atención Primaria habrá desaparecido. Así lo revelan los datos publicados por el Dr. Vicente Matas, del Sindicato Médico de Granada, en sus exhaustivos trabajos sobre el futuro de las plantillas de médicos de familia y pediatras de Atención Primaria.

Entre 2021 y 2026 el número de médicos de familia habrá disminuido un 30,8% en España y un 28,2% en Andalucía. Según nuestras estimaciones, actualmente faltan en torno a un 20% de médicos de familia en Atención Primaria. Un aumento del 28% en este déficit supone que en los próximos cuatro años las plantillas habrán quedado reducidas a la mitad. En tales condiciones, resultará imposible prestar asistencia médica en Atención Primaria. Según el estudio del Dr. Matas, de formarse el número previsto de médicos de familia entre 2026 y 2036, en esa década el déficit de estos especialistas podría paliarse. Sin embargo, es imposible que la medicina de Atención Primaria sobreviva durante 15 años a una reducción de la plantilla de estas dimensiones.

Por otra parte, las estimaciones del Dr. Matas podrían ser incluso demasiado optimistas. Según su estudio, el 53% de los médicos de familia tiene más de 50 años y el 27% tiene más de 60. Sin embargo, como revela el Informe Oferta-Necesidad de Especialistas Médicos 2021-2035, de Patricia Barber Pérez y Beatriz González López-Valcárcel, estas cifras son similares en el conjunto la sanidad pública, donde el 46% de los médicos tiene más de 50 años y el 21,1% más de 60. La jubilación de una parte importante de la plantilla médica afectará al conjunto de la sanidad pública española en los próximos 15-20 años, aunque sucederá primero en Atención Primaria. Según este informe, la mayoría de las especialidades sufrirá en el futuro inmediato un relativo déficit de médicos, como muestra la siguiente tabla que tomamos de él.

El déficit de especialistas será especialmente acusado en los próximos 10 años, dado que el incremento de graduados en Medicina y de plazas MIR que ya ha comenzado no se traducirá en un aumento de especialistas hasta transcurrido ese periodo de tiempo.

En estas circunstancias, de persistir la grave situación de precariedad que padece la medicina de familia en Atención Primaria, un porcentaje significativo de las plazas de esta especialidad quedará sin cubrir, dado que el médico recién graduado optará por especialidades con mejores condiciones laborales. De ser así, la reducción prevista en las plantillas de medicina de familia de Atención Primaria para los próximos cinco años podría ser muy superior al 50%. A ello podrían contribuir factores como el crecimiento de la medicina privada o la salida de médicos al extranjero.

El caso de la pediatría muestra la verosimilitud de nuestra hipótesis. Según el informe del Dr. Matas, en España el 53% de los pediatras de Atención Primaria tiene más de 50 años y el 23% más de 60. En Andalucía es aún peor: el 61% es mayor de 50 años y el 27% mayor de 60. Sin embargo, las cifras cambian radicalmente en la pediatría hospitalaria, donde solo el 28% de los pediatras españoles tienen más de 50 años y el 11% más de 60. En los hospitales de Andalucía las cifras son similares, con un 29% mayor de 50 y un 11% mayor de 60. Es evidente que los pediatras jóvenes optan masivamente por el ejercicio hospitalario de su especialidad. De hecho, el grave déficit de pediatras que padece la Atención Primaria no existe en los hospitales públicos ni en la medicina privada, aunque la situación en estos ámbitos diste de ser ideal.

La gestión de la sanidad pública española se ha basado durante años en la existencia de una plétora de médicos en paro, lo que nos forzaba a aceptar cualquier tipo de contrato y de entorno laboral por precario que fuese. Ausencia de incentivos, altas tasas de temporalidad y bajos salarios eran rasgos destacados de este modelo. El médico debía estar satisfecho por el mero hecho de tener trabajo. Muchos gestores siguen pensando así. El sistema es incapaz de atraer y fidelizar a los médicos, porque se basa en la coacción y el menosprecio. De hecho, en ámbitos como la Atención Primaria las condiciones laborales no dejan de empeorar, una tendencia suicida en las circunstancias actuales.

El mantra recurrente de que no existen médicos de familia no es más que una excusa de nuestros políticos para ocultar su responsabilidad en el colapso de la Atención Primaria. El déficit de especialistas no tendría que ser mayor en Atención Primaria que en Hospitalaria. Si lo es, se debe a que la infrafinanciación creciente de esta área de la sanidad, unida a un aumento constante de la oferta sanitaria a la población, ha provocado una insoportable sobrecarga laboral y un grave deterioro de las condiciones de trabajo de los médicos. Esto ha provocado que un porcentaje creciente de ellos opten por otras especialidades en un contexto de relativa escasez de médicos.

Los gestores sanitarios deben elegir entre asistir pasivos a la desaparición de la medicina de Atención Primaria, o bien tomar medidas inmediatas que frenen la salida de médicos y atraigan a más especialistas a este sector clave de la sanidad en los próximos años. Para ello es necesario comenzar por un aumento significativo del gasto sanitario en Atención Primaria. La OMS recomienda que este gasto represente al menos el 25% del gasto sanitario público, mientras que Andalucía apenas alcanza el 18%. Las agendas deben limitarse de manera estricta a un máximo de 35 pacientes. La asistencia urgente debe separarse de la programada y la asistencia médica debe ser desburocratizada con medidas tan simples como, por ejemplo, la recuperación de los auxiliares clínicos y administrativos en las consultas. Mientras sea necesario, los pacientes que excedan el límite de las agendas deberán ser atendidos por los médicos en jornadas de tarde voluntarias y remuneradas, a la espera de que en los próximos años el aumento de las plantillas haga innecesario prolongar la jornada laboral. Por supuesto, las retribuciones deben mejorar, equiparándose a las de los especialistas hospitalarios primero y a la media española y europea después. De hecho, una mejora de las condiciones laborales podría atraer a la Atención Primaria a más médicos, acortando el tiempo necesario para paliar el déficit de las plantillas.

Por desgracia, en Andalucía los gestores sanitarios han optado por abandonar a los médicos de Atención Primaria. Ni una sola de las medidas adoptadas en los últimos años ha ido destinada a paliar la escasez de médicos. Si no cambia esta tendencia, la medicina de Atención Primaria desaparecerá antes de una década. Las consecuencias para la población y para el conjunto del sistema sanitario serán funestas, pero, por cortoplacismo o incompetencia, nuestros gestores permanecen impasibles ante el desastre que se avecina, un desastre que los médicos no podemos detener solos. Al menos nadie podrá reprocharnos que no hemos avisado.

Comité Ejecutivo del SMS

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