Coacciones a los médicos. Una vergüenza también en Andalucía

En los últimos días hemos conocido por los medios de comunicación varios casos de coacciones a médicos valencianos para que rechacen los contratos que les corresponden por bolsa. Seguro que el supuesto denunciado le ha resultado familiar a muchos profesionales del SAS.

En efecto, las coacciones a los médicos no son exclusivas de la Comunidad Valenciana. De hecho, constituyen una práctica frecuente en los centros sanitarios de Andalucía. Todo el mundo lo sabe, unos porque las ejercen y otros, la mayoría, porque las sufren. Esta no es una afirmación aventurada ni una mera suposición. Como sindicato, tenemos información precisa de lo que sucede. Conocemos los casos con nombres y apellidos. Conocemos a compañeras embarazadas que han sido represaliadas por su jefe, por no poder realizar las actividades de su especialidad que requieren un esfuerzo físico. Sabemos de médicos maltratados hasta el punto de renunciar a los contratos que les correspondían. Hemos servido de desahogo a grandes profesionales humillados por quienes no hace mucho eran sus residentes. La mayoría no se atreve a denunciar el acoso que sufre por temor a las represalias.

Podría pensarse que estas prácticas no afectan al sistema, que no repercuten en la población general, que constituyen un precio que solo pagan los profesionales sanitarios, pero no es así. El maltrato a los profesionales debilita uno de los factores clave de una asistencia sanitaria de calidad: la motivación del médico. El compromiso con el conjunto del sistema y la disposición a contribuir a su buen funcionamiento son incompatibles con el maltrato sistemático. Este, por supuesto, no repercute en la asistencia que dispensa cada médico a su paciente. Sin embargo, genera disfunciones sistémicas graves que todos conocemos. Un sistema sanitario no puede funcionar bien a menos que sus profesionales se sientan parte fundamental del mismo. Y los del SAS son tratados por sus directivos como meros objetos que tienen el insoportable defecto, imposible de extirpar por más que se intente, de pensar por sí mismos.

Pero las coacciones generalizadas a los médicos también son preocupantes como síntoma. Estas prácticas reflejan el perverso modelo de gestión que rige actualmente el sistema sanitario andaluz. Aunque públicamente nuestros directivos proclaman su compromiso incondicional con la calidad asistencial, lo cierto es que los profesionales a menudo tienen que protegerla a su costa y contra los criterios de aquellos. Con frecuencia los médicos de atención primaria son presionados para no derivar pacientes a los especialistas, o estos para no sentar indicaciones quirúrgicas. De hecho, estos objetivos “negativos” abundan entre nuestros incentivos económicos, como todos sabéis. Lo grave es que su cumplimiento es independiente de las necesidades médicas del paciente. No enviar al especialista a un paciente que lo necesita tiene premio. Naturalmente, muchos profesionales se obstinan en perder dinero haciendo bien su trabajo. Y aquí entra en juego la coacción. Al médico rebelde, que se empeña en estropear los indicadores de la unidad porque antepone a ellos su deber profesional, se le buscará un puesto incómodo, se le vigilará de cerca. Raro será que no se encuentre alguna razón para sancionarlo. Cuando meses o años después salga absuelto ya habrá sufrido suficiente castigo. Y con él habrán aprendido la lección todos sus compañeros. Esto si es propietario. Si es eventual, la cosa es más fácil (me ahorraré los detalles, que conocéis de sobra).

Como bien sabéis, no estamos hablando de prácticas aisladas. No se trata de unos pocos jefes que abusan de su poder a espaldas de los directores o de los servicios centrales del SAS. La situación que vivimos es perfectamente conocida por los políticos que gestionan nuestra sanidad. Lo sabemos porque nosotros mismos la hemos denunciado ante ellos miles de veces. Dado que está en sus manos establecer medidas de control que impidan los abusos, pero no lo hacen, debemos concluir que estos forman parte de un modelo de gestión implantado de forma deliberada. En efecto, fomentar la eventualidad, la arbitrariedad en el acceso a los contratos, el poder ilimitado de los jefes de unidad, la desigualdad en las condiciones de trabajo, son herramientas que favorecen el sometimiento de los profesionales. Y esto es lo único que importa. Si el desgaste que representa este entorno laboral opresivo los daña como personas y los desanima como profesionales, da igual. Qué más da si son buenos o malos médicos, lo importante es que sean obedientes.

No, las coacciones, amenazas y represalias a los médicos no solo existen en Valencia. También son frecuentes en nuestros hospitales y distritos. Por desgracia, como sindicato, no podemos denunciarlas más que en términos generales, puesto que nadie, salvo el afectado, puede reclamar por la acción dirigida contra él. El temor de los médicos a las consecuencias de las denuncias explica la escasez de estas y la impunidad con que los jefes han llegado a actuar. Sin embargo, la noticia de Valencia demuestra que dar a conocer estas conductas a la opinión pública es el único modo de acabar con ellas. Os animamos a que lo hagáis con nuestro apoyo. 

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