Artículo de opinión: La discriminación de la mujer

Como todos sabéis ya, en la próxima OPE se aplicará un criterio de “discriminación positiva” a favor de las mujeres en algunas especialidades en las que los hombres son mayoría. En caso de empate en la puntuación total, ganaría la plaza el opositor que haya obtenido más puntos en la fase de oposición. Si persiste el empate, el que tenga más puntos en los distintos apartados del baremo de méritos, por su orden. Si, aun así, persiste el empate, en esas especialidades la plaza será para la mujer.

Como ya hemos explicado en la página web del SMA, los representantes de este sindicato en las negociaciones previas a la OPE mostraron su desacuerdo en este punto, a pesar de lo cual salió adelante con el apoyo de otras organizaciones. No obstante, dado el revuelo que ha suscitado esta medida, parece oportuno analizar el asunto con un poco más de calma.

Actualmente las mujeres son mayoría en las facultades de Medicina. Es evidente que las familias y el sistema educativo, incluyendo la Universidad, no son discriminatorios, al menos en el nivel socioeconómico de estas estudiantes. Teniendo esto en cuenta, parece absurdo favorecer a las mujeres en una OPE. ¿Acaso necesita la mayoría ser protegida? Pero cuidado. No saquemos conclusiones precipitadas.

Las mujeres siguen siendo discriminadas, también en el ámbito de la Medicina. Hasta hace poco, apenas existía control sobre la contratación del personal eventual. Los jefes gozaban de una libertad prácticamente absoluta para contratar al residente que más le gustaba. En este contexto dominado por el capricho y la arbitrariedad, había servicios en los que las mujeres sabían que nunca serían contratadas. Tal vez fuesen más inteligentes y más trabajadoras, pero la posibilidad de una baja maternal, cuando no el puro machismo, inclinaba sistemáticamente la balanza a favor de los hombres. Todavía hoy las mujeres que se aproximan al final de la residencia tienen que decidir cuándo dar a luz a sus hijos teniendo en cuenta la fecha de los contratos, o deben mentir sobre sus intenciones al respecto o sobre el hecho de que ya están embarazadas. Es humillante. Estas estrategias, en cualquier caso, no siempre tienen éxito. Muchas médicas siguen sufriendo diversas formas de discriminación,también después de haber obtenido una plaza o una interinidad. En general, las mujeres siguen ocupándose de la familia y los hijos más que los hombres y es seguro que eso afecta a su currículo. Por otra parte, todos sabemos que existen ámbitos de la Administración sanitaria y de diversas instituciones médicas que son ocupadas mayoritariamente por hombres. Esta situación de discriminación de la mujer, que podríamos considerar “estructural”, es la que justifica que expertos y agentes sociales muy diversos consideren adecuado aplicar en diversos ámbitos de la vida pública y privada cláusulas que discriminan positivamente a la mujer. Es legítimo estar en contra de ellas, por supuesto, pero cualquier oposición a las mismas, si ha de ser tomada en serio, debería incluir alguna alusión al trato desfavorable que las mujeres, consideradas colectivamente, reciben de la sociedad.

En cualquier caso, es probable que la polémica en torno a esta medida se deba principalmente a que no resulta creíble como medio para paliar el trato desigual que, aun hoy, reciben las médicas. Tal vez alguna obtenga, gracias a ella, una plaza que hubiese perdido de otro modo, pero dado que solo actúa en caso de empate en la puntuación del examen y los méritos, y solo en determinadas especialidades, cabe preguntarse si beneficiará a las mujeres en general, o solo perjudicará a algunos hombres en particular. Si la Administración quiere remediar de verdad la discriminación de la mujer en el ámbito sanitario puede adoptar medidas mucho más eficaces. Una medida muy útil, que este sindicato ha demandado reiteradamente, sería poner en marcha un sistema de contratación de trabajadores eventuales transparente, objetivo y equitativo que acabe de una vez por todas con la arbitrariedad que preside el sistema actual, que perjudica especialmente a la mujer. Y si tanto le preocupa la discriminación, todavía puede hacer algo mejor: acabar con el abuso de esta forma de contratación, que constituye en sí misma una terrible forma de desigualdad a la que están condenados un tercio de los médicos de nuestro sistema sanitario.

En cualquier caso, en previsión de que un frenesí igualitario se apodere de nuestra Administración, haciendo que las cláusulas discriminatorias florezcan en el BOJA con la insolencia con que las margaritas inundan en primavera nuestros prados, tal vez deberíamos hacernos la siguiente pregunta: ¿Es toda diferencia la manifestación de una injusticia? Seguramente no. Las personas tenemos capacidades, aptitudes y preferencias diversas. Es probable que cada sexo se incline, de forma natural o aprendida, no importa, por una u otra actividad. Si estas diferencias no resultan relevantes desde el punto de vista de la justicia, pues no afectan a los ingresos, la libertad, el acceso a los puestos de responsabilidad o la posibilidad de desarrollo personal, no hay motivos para erradicarlas. La mayoría de los médicos jóvenes son mujeres. En los próximos años, es muy probable que en todas las especialidades haya mayoría de médicas. Pero si en alguna de ellas siguen predominando los hombres, ¿será ello la expresión de una discriminación hacia la mujer, o simplemente de una diferencia en las preferencias de las personas? 

Nuestra Administración sanitaria, que tolera, cuando no promueve, formas de contratación gravemente discriminatorias, se ha tomado la molestia de introducir en esta escuálida OPE una medida de discriminación positiva que no solo se antoja polémica y dudosamente eficaz, sino que además, en el mejor de los casos, solo beneficiaría a un número reducidísimo de mujeres. Es esta incoherencia, esta hipocresía, lo que sin duda nos ha unido a todos en el enfado.

Rafael Ojeda.

Delegado del SMS.

 

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