Agresiones a facultativos
en la provincia de Sevilla en 2024

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El «no» del Ministerio

Era ingenuo esperar algo diferente. De hecho, había un clima previo. La desconvocatoria de la “huelga réplica” o “huelga espejo” por parte de los sindicatos no médicos así lo auguraba. Y no hubo sorpresas, finalmente.

No es esta una cuestión de derechas o de izquierdas. Estoy convencido que un ministerio del PP habría dicho lo mismo: “No”. O uno de Alianza Catalana. Y aquí, con más razón. Porque “la pela es la pela”.

Bien han hecho los sindicatos médicos en poner a la población española frente a los imposibles del ejercicio profesional de la medicina en la sanidad pública. La campaña informativa ha sido impecable. Sobre todo, por atenerse a hechos reales. Hechos que buena parte de la población conoce de primera mano, sea como usuario de las urgencias, avanzada la madrugada, o sea como familiar de ese galeno que las sufre como profesional. Todo lo que se está diciendo es la pura, la dura verdad. La novedad, esta vez, es que no hay un poder capaz de cancelar nuestra voz en redes sociales. Y, por eso, empezamos a dar un poco de miedo.

Y si no miedo, podríamos llamarle inquietud. Buenas razones hay para ello. De todo el aparato del Estado, los médicos estamos a la cabeza de un servicio 24x7x365 con el que todo el mundo contacta, más temprano que tarde. Si décadas de puteo nos han dado unidad y conciencia profesional (que no de clase, ojo), es de lógica que el poder nos coja un poco de respeto por vez primera.

En unos tiempos en que arriba, en la política, abunda el escándalo, el saqueo, la corrupción, el abuso y la negación a ultranza de cualquier prueba de todo lo anterior por parte de un cínico rebaño de indocumentados o “falsea-titulos”, el machaque sistemático de los titulados tras larguísimos años de estudio y demostración diaria de competencias parece un espejo absurdo, de no ser tan sangrante. La rebelión de estos va más allá de lo razonable, y se convierte en exponente y ariete contra una clase gobernante que sonríe despectiva al aterrizar en los juzgados, cuando les toca. Pero hay más que eso.

El “No” de Mónica García, por esperado, plantea otro problema. El de un edificio asistencial edificado, por ejemplo, sobre guardias médicas (no afectan a ningún otro colectivo) obligatorias, demoledoras para la conciliación, que no cuentan para la jubilación y que se pagan muy por debajo de la hora de trabajo ordinaria. Una cobertura 24x7x365 low-cost, vaya. Una sanidad envidiable para muchos, pero sostenida sobre una semiesclavitud remachada con chantajes emocionales. Un Gucci todo a cien. Tal es la revuelta de los galenos de la piel de toro.

Por eso afirmo que el “No” sería el mismo con el PP en el poder. Con el que sea. Porque salir del “Gucci todo a cien” va a costarle una pasta gansa al ciudadano español. Lo que vale Gucci, vaya. Y, entonces, puede que su tolerancia con la cleptocracia gobernante mengüe sustancialmente.

Los médicos debemos prepararnos para una áspera batalla en la que solo nos respaldan la nobleza de nuestro desempeño y la fortaleza de los argumentos. En frente, todo lo demás. Y sí, podemos perder. Ya lo hicimos en el 95. Si volvemos a ser derrotados, solo nos quedará la jubilación, el exilio o la privada (que tampoco está para tirar cohetes, por cierto). Pero, al ciudadano español, en cambio, le quedará un cambio demográfico profundo en la profesión médica del que algo comentaré en próximos artículos.

Me pregunto, por tanto, quién gana qué con la derrota de los médicos. A quién sirve, en realidad, continuar con el penoso sistema actual mediante el ¿nuevo? estatuto que Mónica García tiene apalabrado con los sindicatos mayoritarios. Más de lo mismo. Con la diferencia de que, esta vez, ya no tienen a los médicos sumisos de antes. Y tampoco hay muchas expectativas de devolverlos a su estado previo, postrado y silencioso.