Del ‘ars medica’ al ‘ars burocrática’

Hay leyes que nacen en instancias burocráticas alejadas de la realidad. Cuando su rigidez se aplica a la práctica médica, provoca esa urticaria que impide el trabajo dedicado y atento. Ocurre con el nuevo Estatuto Marco del Personal Estatutario de los servicios de salud presentado como una gran reforma organizativa del sistema sanitario. Promete orden, homogeneidad y estabilidad. Pero no plantea qué se pierde si el acto médico se convierte en mero engranaje de una maquinaria administrativa.

Desde Hipócrates la medicina nunca ha sido una ocupación cualquiera. El médico no es un operario sanitario más. Interpreta signos, acompaña los miedos del enfermo y decide con prudencia.

En cambio, el nuevo marco normativo sugiere más control y menos autonomía. Establece una jornada laboral de 48 horas, ampliable mediante otra jornada especial de hasta 150 horas adicionales. Guardias que no computan para la jubilación y de retribución inferior a la hora ordinaria. El descanso las la guardia no se considera tiempo trabajado y se obliga a recuperarlo. El borrador responde al obsesivo principio de homogeneizar horarios, turnos y categorías. Busca una equidad que confunde con uniformidad, como si suprimir los matices fuera la solución.

La medicina es lo contrario. Es la ciencia que se ocupa del ser humano y el arte de adaptar la técnica a su singularidad. Las normas rígidas asfixian al médico, empobrecen su capacidad de atender y comprometen el espíritu del clásico Corpus Hippocraticum, en cuyo Epidemias, Libro I se lee: “Lo que sea útil al enfermo, procuraré hacerlo, o al menos no le perjudicaré”.

Los médicos saben que los decretos no bastan para devolver la estabilidad frente a interinidades o contratos por días o meses. Nada cambia sin una planificación seria de plantillas y el reconocimiento real del mérito. Muchos profesionales siguen marchándose al extranjero, atraídos por condiciones laborales más dignas, mientras la sanidad española se desangra en silencio. A medida que aparecen nuevas normas, la actividad clínica se reduce a rellenar formularios y registros, a una medicina de checklist.

El borrador del nuevo Estatuto anuncia más informes, más casillas, más presión por cumplir objetivos, disposiciones que no se traducen en mejora para el paciente ni en alivio para el profesional. Porque el cansancio físico se cura con descanso; pero existe otro cansancio, más sutil y devastador, que nace del vacío de sentido. Es una fatiga moral que se manifiesta cuando se forma parte de la trama de una maquinaria ciega. El burnout no se mide por horas, sino en pérdida de propósito. Se configuran así profesionales obedientes, aunque sin motivación, encerrados en la obligación de cumplir normas y protocolos. Olvidado ese humanismo intrínseco, no sólo se resiente el alma del médico, se quiebra también la confianza que la sociedad deposita en su medicina.

Cuando una institución está en crisis, sofoca su falta de sentido con constantes reuniones, documentos, organigramas y normas reescritas una y otra vez. El Estatuto Marco podría ser una oportunidad de mejora si preservara la singularidad del acto médico frente a la tentación de burocratizarlo. Si garantizara una carrera profesional que reconozca e incentive la excelencia, la docencia y la investigación. Si diseñara turnos compatibles con la vida personal y el descanso. Si diera voz a los profesionales para legislar con ellos y no sobre ellos.

Este Estatuto determinará si la medicina sigue siendo una vocación o se convierte en mera gestión administrativa. El sistema sanitario puede sobrevivir a la falta de medios durante un tiempo, pero no a la pérdida de sentido. Cuando la norma separa al médico del paciente, no mejora la sanidad; la deshumaniza y le arrebata su sentido.

La medicina, mucho más que un trabajo, es un compromiso con la vulnerabilidad humana. Si ese compromiso se dilapida entre formularios y decretos, el sistema ganará una ley y la profesión perderá su alma.

Esteban Fernández-Hinojosa. Médico afiliado al Sindicato Médico de Sevilla.

Artículo publicado en la Tribuna de ‘Diario de Sevilla’ de 6 de agosto de 2025