Las horas. Porque se eso se trata. De tiempo. De tu tiempo. Y, por tanto, de tu vida. De la vida de un profesional. Uno de los más peculiares. Uno encargado, de entrada, en mejorar o aliviar las horas de la gente. De tantísima gente. Y ya ven que no salimos de esto del tiempo: horas de este o aquel, mejores o peores.
Las horas del médico no son chicle. Son como las del resto de los mortales: 60 minutos, 3600 segundos. Si fuéramos, en verdad, unos privilegiados, dispondríamos de días de 48 horas. Doble tiempo, doble vida. El primer día para las cosas corrientes: dormir, aseo, recados, ver a los mayores, atender a los chiquillos, pelearnos con la calma debida con los hijos adolescentes, llevar el coche a la ITV y, por qué no, ver una peli, leer una novela o comer con los amigos. Ser uno más de la multitud, sin más pretensiones.
Necesitamos el día adicional para la asistencia clínica. La normal y la extendida. Para la guardia. La guardia interminable. Y si no, para el proyecto científico. Las horas de estudio. La preparación de sesiones. O de congresos. Responder a correos. Armarse de datos, argumentos y paciencia para las reuniones organizativas. Y, cómo no, soportarlas luego. Y así, un larguísimo etcétera.
Desgraciadamente, nada de esto es verdad. Encasquetamos todo lo anterior (y mucho más) en las veinticuatro horas de todo el mundo. Ello convierte nuestras vidas en pura supervivencia. Un mal atender tu casa y dejarte las coronarias intentando defender la vergüenza torera profesional con todo en contra. La tormenta perfecta.
Pero dejemos la queja. Nos vamos a las soluciones. Que las hay, vaya. ¡Vaya que si las hay! Solo hay que extraer conclusiones de las leyes de este país.
Un trabajador público tiene un horario semanal de 35 horas. Son sus horas. Pues eso: cubra el empleador todas las “necesidades del servicio” (tótem sagrado) con los currantes que les hagan falta. Pero a 35 horas semanales por currante. Como todo Dios. Es decir, sin privilegios. Ni tampoco penalidades.
Si hay que tener un cirujano de guardia 24 horas, no tiene que ser el mismo durante las 24 horas. Por el bien del paciente, así como el de las coronarias y la familia del cirujano, su atención tiene que ser limitada a un máximo de doce horas. Y este turno, o uno más si fuera preciso, se añade a un sumatorio hasta llegar a las 35 horas semanales. Prohibidos, pues, los excesos obligatorios de inexplicables cómputos trimestrales. Esto es la base de una buena organización. Una pensada para el paciente, vaya. Horario uno y simple: el ordinario. Fuera de dicho concepto, tendremos que recurrir a las horas extraordinarias. Pero como todos los trabajadores: voluntarias, pactadas. Y remuneradas en consecuencia. Todo esto es normativa básica, señora ministra. No puede delegarse a las comunidades autónomas.
¿Qué no hay médicos suficientes para eso? Contraten. ¿Qué los que hay no quieren sus condiciones? Negocien. Háganlas atractivas. Incidan especialmente sobre el pago por hora de curro ordinario. Y olvídense ya, sí o sí, de la obsolescencia, atropello e indignidad de la “hora de guardia” como concepto aparte. No se sostiene. Y menos, dada la obligatoriedad de las guardias. Y menos aun, sin que computen para la jubilación.
En España hay médicos, oiga. Y algunos más están en el extranjero, aguantando la lluvia. Esperan solo una mejoría de las condiciones de trabajo. Y es posible. Cuando a los responsables políticos les interesa, lo consiguen. Pues que les interese, que lo sanitario quita y pone rey. Y reina.
Se puede formar más médicos. Hay juventud, hay ilusión. Y con la altísima nota de acceso, muchos se nos quedan fuera. Eso sí: reforzando el sistema M.I.R. Lo de las homologaciones de extracomunitarios no deja de ser un parche. El sistema M.I.R. es excelente, pero no puede ser un portaaviones de lo mejor del país para cubrir necesidades del extranjero. Pero hay que rediseñar la vida profesional para que el “piloto del avión” se quede en casa, atendiendo a su gente. Los que invierten tanto en su formación.
Otra sanidad pública es posible, quiero decir con todo esto. La estáis haciendo posible, compañeros. La facilitamos todos con la unión y la movilización, siempre a través de los mecanismos legales. Los viejos de la profesión no hacemos sino repetirlo: todo esto era impensable hace quince años, en los deprimentes tiempos de la taifa sanitaria andaluza de María Jesús Montero. Y ahí os tenéis: juntos, unidos por el título, la capacidad, la vocación y el ejercicio profesional. Juntos y conscientes de vuestra fuerza. Lo nunca visto: un ministerio hostil a la profesión que llama a negociar al comité de huelga al tercer día. A ver quién para ese tanque. Vuestro tanque. El alimentado con vuestras energías y municionado con vuestra determinación.
Miradlo a medio plazo: estáis cambiando el relato. Habéis roto la cancelación mediática de la que los integrantes de la generación anterior fuimos objeto. Sigamos así, unidos y sin caer en el desaliento. Porque vuestro ímpetu, ahora, marca los tiempos. Los tiempos de los médicos. Los tiempos de este vuestro tiempo. Un tiempo duro y difícil, como siempre, pero de nuevo de orgullo y de ilusión.
Firmado:
Doctor Federico Relimpio Astolfi, médico y escritor. Delegado del Sindicato Médico de Sevilla.