Huelga. Huelga de médicos. La semana que viene. De martes a viernes. Lo que quiere decir que, desde el viernes 5 hasta el lunes 15 de diciembre, nada va a funcionar con normalidad en la sanidad pública española. Dependiendo del seguimiento de la huelga, claro está. O sea, dependiendo de ti. De ti, de mí y de todos los compañeros.
Comprendo tus dudas. Las de todos. En primer lugar, por los problemas causados al paciente, que es el sentido fundamental de nuestras vidas profesionales. Y también por el menoscabo económico que la huelga acarrea a nuestros equilibrios presupuestarios familiares. Pero la duda más importante me llega por el sentido de todo lo anterior. Ante la posibilidad de que los problemas profesionales y las pérdidas económicas sean para nada, dada la fortaleza del coloso institucional con que nos enfrentamos.
En estas, tenemos sobrada experiencia histórica como colectivo. En el 95, fracasamos tras una huelga indefinida de casi 48 días. Un ridículo sin paliativos. Un fiasco que desmovilizó a la profesión durante una generación, ya se ve. Pero la situación, ahora, es diferente. Radicalmente diferente.
En artículos previos he subrayado cómo el colectivo médico ha cambiado cuanti y cualitativamente. Ya no hay paro, se trata de una profesión muy feminizada y hablamos idiomas. Por si fuera poco, somos gente comunicada en tiempo real – chat, voz o vídeo – con quien sea preciso, al otro lado del globo. Un colectivo profesional que lleva en la mano la inteligencia artificial y, por tanto, que tiene acceso inmediato a la versión accesible de la normativa, entre otras muchas cosas.
El colectivo no es cualquier colectivo, insisto. Por selección (los mejores del bachillerato), por lo prolongado de la formación (11 años de media), por el elevadísimo nivel de responsabilidad, por la exposición directa frente al ciudadano y, sobre todo, por ser la llave de la toma de decisiones que afectan a los flujos asistenciales y, por tanto, al de muchos millones de euros (cirugías, pruebas diagnósticas, tratamientos novedosos, interconsultas y un larguísimo etcétera).
Este papel clave se intentó diluir o combatir (a veces, con notable eficacia) por parte de las administraciones y gerencias mediante una “guerra cultural encubierta” diseñada para dividir, apocar, cuestionar, desprestigiar, empobrecer y relativizar la importancia de la profesión médica en el proceso sanador.
No les ha servido de nada. Los médicos de hoy saben lo que hacen y su crucial importancia. Y, más aun, saben que el papel de la IA-robotización en la medicina clínica asistencial aún está lejos, aunque se haya consolidado como un excelente auxiliar.
Por ello, en la negociación del nuevo estatuto marco de las profesiones sanitarias, la profesión médica se ha convertido en una china en el zapato de Mónica García. A causa de las guardias. O de los horarios máximos en marco temporal variable. O por la movilidad forzosa. Por la recuperación de los salientes de guardia (que es una forma de negar el derecho al saliente, vaya). Y por tantas otras cosas. Es, sépase ya, tratar de hacer revivir una ley vieja, caduca, obtusa, de la forma más hostil posible contra el estrato profesional de mayor cualificación, nivel de responsabilidad y capacidad de decisión. En un momento, además, en que somos pocos. Hay que ser avispados, vaya. O intentar ignorar la realidad.
Pero, querido compañero o compañera, hay más en todo esto. Tan solo te tienes que fijar en lo que está pasando. El ministerio rompe las negociaciones con nosotros pero, a la vez, los otros sindicatos, los que representan a otros colectivos profesionales, convocan nada menos que huelga indefinida a partir de enero. Lo nunca visto. Un servidor, al menos, no recuerda nada parecido.
¿El motivo? Simple: “su” estatuto no avanza. O eso afirman. Que el ministerio está enlodazado con nosotros. Con los “señoritos”. Con los “privilegiados” (curioso, el privilegio que tienen los médicos de la sanidad pública española, dicho sea de paso). Por eso, las centrales sindicales mayoritarias declaran un conflicto laboral para obligar al ministerio a sentarse a negociar. Como entienden que este viene haciendo con los médicos, aunque magro nos sea el rendimiento hasta el momento.
Una reflexión antes de acabar. Tal y como un servidor de ustedes la ha conocido, la negociación colectiva en sanidad pública ha sido el terreno de los sindicatos mayoritarios. Solo así se explica lo hostil de las condiciones laborales de los médicos desde hace décadas. Ello obedece a una lógica perversa: los médicos hemos sido siempre una minoría. Y así seguiremos, sí o sí. Pero, como he afirmado antes, no somos cualquier minoría profesional en sanidad pública.
Por esta razón, valoro un aspecto singular de la convocatoria por parte de los sindicatos no médicos de huelga indefinida, todos los martes a partir del 27 de enero. Lo considero una señal de que, esta vez, CESM y SMA están llevando a los protagonistas habituales de la negociación colectiva a perder la seguridad de conducir el proceso. El proceso que les lleve a parir una norma que, como siempre, se avendrá mejor a sus intereses. En detrimento, como siempre, de los nuestros.
La huelga indefinida de los otros, en suma, indica que estos notan que tienen que redoblar la presión. Porque un elemento nuevo (el tuyo, el mío) amenaza la trayectoria de la negociación. Y, por ello, todo el mundo sanitario y, por ende, todo el país estará pendiente de lo que hagamos la semana que viene. Tú y yo. Si seguimos o no la huelga. La nuestra. La de médicos. Para ver si estamos ante lo de siempre o, en caso contrario, si aquí está la base, el embrión de una propuesta de sanidad pública donde los médicos, por fin, tengamos el papel merecido conforme a formación, nivel de responsabilidad y desempeño.
Firmado:
Doctor Federico Relimpio Astolfi, médico y escritor. Delegado del Sindicato Médico de Sevilla.