Guardia Médica: ¿Curro o Condena?

El médico de guardia. O la médica, vaya, que es lo mismo. En el centro de salud, en las urgencias del hospital, la UCI, el 061 o la planta hospitalaria. Y se me olvidan muchas de las situaciones (pido perdón). Pero todas tienen algo en común: es lo que más valora el ciudadano de la Sanidad Pública. Y, probablemente, de los servicios o cometidos del Estado.

Da seguridad, coger el coche un sábado de madrugada y saber que, si pasa algo, ahí están ellos, en sus puestos. Preparados, entrenados y dispuestos a las cuatro y veinte de la madrugada, por poner un ejemplo. Listos para sacar adelante situaciones difíciles, increíbles. En buena sintonía, sin lugar a duda, con un complejo ejército de trabajadores: desde el celador a la enfermera, pasando por muchos otros; reconózcase el debido valor al trabajo en equipo. Pero estas líneas, hoy, se le dedican al médico de guardia.

La figura que nos ocupa se diferencia del resto en algunas cosas. Y no entraré en las más obvias: la formación más prolongada y compleja, o el máximo grado de responsabilidad. Me voy a centrar en una muy peculiar: los demás trabajadores sanitarios suelen currar por turnos, mientras que el médico de guardia está ahí durante unas interminables veinticuatro horas. Unas horas que, en la mayor parte de los casos, se añaden a su horario habitual, o de mañana.

Segunda cuestión: la guardia es obligatoria. O así es para la mayor parte de las especialidades de la sanidad pública, exceptuando algunas situaciones de privilegio. Quiero decir que, desde el momento en que uno firma un contrato, por ejemplo, de médico especialista en Ginecología y Obstetricia o Aparato Digestivo para un determinado hospital de la sanidad pública, queda obligado a realizar guardias. Las que le pongan. Necesidad del servicio obliga. Quedan exentos los mayores de 55, así como los que padezcan algunas circunstancias de enfermedad o embarazo, tras la correspondiente justificación. Y cuidadito con hurtarse, que tu hueco redunda en perjuicio de los demás compañeros.

Tercer aspecto: la necesidad del servicio, como acabo de escribir. Ello viene consagrado sin más matices en el vigente Estatuto Marco de las Profesiones Sanitarias. Si uno se toma sus vacaciones reglamentarias, su hueco tiene que ser cubierto. Y si hay varios de vacaciones (por ejemplo, en verano), los que quedan hacen el doble de guardias.

Pinceladas adicionales: el tiempo de guardia no se contabiliza para la jubilación. Lo que leen. Cosas de la normativa, así como de la inconsciencia y debilidad propias del colectivo facultativo. Te puedes llevar media vida de guardia que, si por mor de lo prolongado de la formación te incorporaste tarde al ejercicio de la profesión, el INSS no te dejará jubilarte hasta que tu tiempo trabajado fuera de guardia te permita acumular la cotización necesaria. Así recompensa este país a sus «ángeles nocturnos», si me perdonan la insoportable cursilada. Ángeles idiotas, diría un observador más frío.

Además, muchos de los puestos de guardia se han convertido en un destajo de veinticuatro horas. Un destajo a presión, un paciente tras el otro, a cada cual más cabreado. Un punto, pues, al rojo vivo, caldo de cultivo ideal para la agresión. Se masca, se siente la tensión; se aprecian las caras malhumoradas, los comentarios desabridos («pildorazos», que decimos en Sevilla) y de ahí, al pelo para el grito, el insulto o lo que viene después. Pero con carácter obligatorio. Sin escapatoria. Durante 24 horas.

Un ambiente de estrés prolongado, de agotamiento físico y psicológico, donde, a las tres y veinte de la mañana (por ejemplo), rige la torpe aplicación del automatismo no matizado, y tal vez ni eso: solo la irreflexión y el impulso. Un terreno sembrado para el error médico. Un ambiente, ya lo ven, peligroso para el paciente y para el trabajador.

Datos hay de sobra que demuestran que el desaliento, la depresión, la ansiedad, la ideación suicida o el alcoholismo encubierto van ligados a los horarios prolongados, especialmente nocturnos, a la dificultad de conciliar, al estrés mantenido y a las agresiones persistentes, sobre todo de baja intensidad. A las guardias médicas, vaya. O a las guardias planteadas como lo que son hoy día. Como lo que siempre han sido.

La guinda de este pastel de digestión obligatoria, sí o sí, es el modo en que se remunera. Cualquiera podría pensar que la hora de un médico de guardia tendrá seguro una compensación digna. ¡Pues no, señor! Otra de las trampas del sistema. Las guardias no se pagan como horario ordinario ni como horas extraordinarias, sino en un concepto diferente, con una remuneración sensiblemente inferior a los previos. Y que, por si fuera poco, varía ostensiblemente de una comunidad autónoma a la otra, generándose así uno de los mecanismos por el que tal o cual servicio de salud consigue «atraer» profesionales de otros lugares. Profesionales que, sorprendentemente, no se han convertido en oro por la escasez, sino que siguen como siempre. Cosas de las rancias inercias normativas de este país.

¿A quién le sorprende que los mejores números de M.I.R. se hagan dermatólogos? A fin de cuentas, las “necesidades del servicio” no contemplan tener un dermatólogo de guardia. ¿Podemos tachar a los jóvenes de interesados o de poco comprometidos? No lo creo. En todo caso, cabe calificarlos de menos idiotas que sus predecesores (entre los que me cuento).

Siendo las guardias médicas, como son, obligatorias en la mayor parte de los casos, se deduce que se trata de un elemento disuasorio para que un recién egresado del M.I.R. fiche por la sanidad pública. Siendo, como son, algo propio de los médicos, se entiende que el problema no admita mejora en marcos negociadores donde la profesión quede diluida entre los intereses de los sindicatos mayoritarios. Por último: siendo las guardias médicas, como son, clave para el funcionamiento de la sanidad pública, se comprende que los representantes sindicales y colegiales de la profesión exijan un marco negociador separado con el Ministerio de Sanidad, cuyo mejor cauce es un Estatuto Propio y Específico para la Profesión Médica.

Firmado: doctor Federico Relimpio Astolfi, médico y escritor. Delegado del Sindicato Médico de Sevilla. Un sindicato para una profesión. ¡Afíliate!