Alarma en el Servicio Andaluz de Salud. Lo vienen leyendo en la prensa y no, no es un invento. No son fuegos artificiales ni una cortina de humo. Hay una crisis sanitaria en marcha. Una de la Sanidad Pública, vaya. Claro que, según se la cuenten, el diagnóstico es variopinto. Y más de uno puede tener intenciones ocultas. Pero vamos por pasos:
De lo de las mamografías hay poco más que contar; ríos de tinta hay sobre el asunto; ha llegado incluso a la prensa internacional. Hasta este humilde escribidor se ha atrevido a dar su opinión al respecto. Lo que el común probablemente ignora es que el tema tiene el aspecto de una mama que flota sobre el mar, a modo de un gran iceberg que tan solo es el botón de muestra de un problema mucho mayor. Uno que se viene incubando desde hace un par de décadas.
Mucho me temo que vamos a ver mucho más del asunto, sobre todo en Andalucía. Se da la tormenta perfecta. No le descubro a nadie que tenemos una población envejecida y enferma, pero con acceso a la información sanitaria, desgraciadamente sin filtrar ni valorar. En otros escritos he intentado describir las bases de la crisis profesional que se objetiva en nuestra Sanidad Pública. Crisis que no hace más que confirmarse, dato tras dato, opinión tras opinión. Añadamos al cóctel, por si fuera poco, la politización del asunto, en forma de una polarización creciente y una crispación persistente e insoportable. Un escenario, este, lo menos favorable posible para un buen diagnóstico y el adecuado planteamiento de posibles soluciones.
Pocos dudan hoy de que los problemas de la sanidad pública andaluza estuvieron en la base de la pérdida del poder del otrora poderosísimo PSOE de Andalucía. Cabe proponer que la cúpula de la Junta anduvo desatenta y desorientada ante la magnitud del problema, especialmente en el bienio 2016-18. Visto en perspectiva, muchos ven, al menos en parte, la raíz del problema en las fusiones hospitalarias decididas por la entonces consejera de Salud y actual ministra de Hacienda, María Jesús Montero. Después, provista esta de una extraña baraka o simple olfato político, tuvo la habilidad (y oportunidad) de saltar a su actual puesto poco antes del hundimiento del poder socialista en Andalucía.
Una de las consecuencias de todo ello es que la cúpula socialista andaluza, hoy, tiene un diagnóstico preciso de su expulsión del poder de su bastión indiscutible de antaño.
Por tanto, ante una crisis sanitaria de calado pocos meses antes de unas elecciones andaluzas, la oposición se apresta a explotar el rendimiento mediático del asunto. No extraña, ya digo: conoce en carnes propias el poder destructivo del torpedo que ello supone contra el gobierno de Moreno Bonilla. Es legal. Y, además, legítimo.
Claro que, de cara a su electorado, esgrimen la palabra tabú para la sanidad pública: privatización. El concierto, vaya. Que parte del dinero procedente de los impuestos de todos fluya a ciertas empresas privadas para la prestación de servicios. Y, en ello, se omite una parte de la información:
En primer lugar, el concierto con la sanidad privada en Andalucía no es de ahora. En la peculiar época de la enérgica gestión de María Jesús Montero, la Sanidad Pública Andaluza concertó, y mucho. No se advirtió en aquel período, además, una tendencia a que dicha práctica menguara. Al contrario, el concierto con la privada llegó vivito y coleando al gobierno andaluz de Moreno Bonilla. Y, por todo lo que comentaré a continuación, es de prever que dicha práctica siga, corregida y aumentada, en el hipotético caso de que María Jesús Montero consiga una mayoría de gobierno en Andalucía el año que viene.
En segundo lugar, Andalucía concierta la mitad que Madrid DF (mundo pepero, como todo el mundo sabe), pero cuatro veces menos que la Cataluña de hoy, regida por el socialista Salvador Illa. Es conveniente conocer estos datos, a fin de poner el tabú en contexto.
En tercer lugar, cuidado tendrá que tener la candidata del PSOE a la Junta de Andalucía en el empleo que haga de estas cuestiones en su precampaña. Porque podría echársele en cara que parte del problema deriva de una desventaja financiera de Andalucía en virtud del chantaje permanente planteado por miembros muy significados de la mayoría parlamentaria que permitieron la investidura del gobierno del que forma parte (y en el que se dedica justo a eso, a la gestión de los dineros públicos). En plata: por aquí te quito, Juanma, y por ahí te ataco cuando te he dejado tieso. No cuela demasiado.
Pero no está ahí el núcleo del problema, como muchos venimos advirtiendo. Podrán emplearlo para arañar algunos votos, y más aun si dentro de dos meses tenemos un nuevo escándalo con el cribado de cáncer de colon. Siendo todo ello legal y legítimo, insisto. Como legal y legítimo es que los actores sanitarios manifestemos nuestra opinión: Para las necesidades asistenciales de la población española, las rigideces normativas propias del Sistema Nacional de Salud conforman desde hace mucho un corsé complejo e incómodo. Un marco asfixiante y desmotivador para decenas de miles de profesionales que amamos nuestra profesión y detestamos las consignas y la burocracia.
Gente que, como he subrayado en tantos artículos, hemos tardado tantísimos años en formarnos para entregarnos a una profesión que, luego, exige prolongar la formación sine die, y que nos devuelve la frialdad de la normativa, los topes salariales y de jubilación, y un cinismo que, cuando mejor, consigue a duras penas mantener las maneras. Es por ello que se ha conformado un panorama adverso del que tantos huyen para refugiarse en la privada o en el extranjero. Profesionales a los que se les llama en vano a la hora de una crisis sanitaria como la de las mamografías en Andalucía.
La sempiterna insuficiencia de la sanidad pública andaluza es, en buena medida, un problema profesional. De su incapacidad – igual de sempiterna – de ofrecer un marco laboral atractivo. Es por ahí por donde hay que actuar, a medio y largo plazo.
Pero aún quedamos muchos en pie. Estamos ya ahí, en la calle, y ahí volveremos, dentro de pocas semanas, a reclamar un Estatuto Propio para la profesión médica donde enjaretar horario, funciones y tantas otras reivindicaciones y donde dar un acomodo más flexible y satisfactorio a tantas crisis sociosanitarias que hay y habrá en el futuro.
Firmado: doctor Federico Relimpio Astolfi, médico y escritor. Delegado del Sindicato Médico de Sevilla. Un sindicato para una profesión. ¡Afíliate!