Apenas hemos salido de un duro confinamiento y ya se ciñen sobre nosotros nuevas amenazas en forma de rebrotes crecientes, sobrecargas asistenciales, presiones de pacientes “impacientes” y anuncios de recesión económica sin precedentes.
Vivimos una época en la que el viejo sindicalismo de clase ha perdido protagonismo y anda buscando como redefinirse mientras soporta las críticas de una parte de la sociedad que lo considera una rémora. Ocurre que en tiempos en los que la crisis hace crecer preocupantemente las cifras del desempleo, tener un trabajo más o menos estable, es considerado un privilegio y se entienden mal las quejas de quienes lo ostentan.
Nuestra organización, concebida como asociación profesional independiente, nada tiene que ver con estas grandes centrales sindicales. La defensa del crucial papel del facultativo en la salud de los andaluces y nuestro compromiso con una sanidad pública de calidad nos ha granjeado, en multitud de ocasiones, el reconocimiento y el aprecio de la sociedad en general y no obstante lo anterior, también hemos sido objeto de críticas y algunos sectores nos han tachado de corporativistas.
La evolución de los acontecimientos en nuestro país hace que muchos ciudadanos hayan perdido su empleo o teman perderlo en los próximos meses, a la vez que contemplan inquietos como ha empeorado la accesibilidad a la asistencia sanitaria. Y esta comprensible inquietud puede, con cierta facilidad, convertirse en incomprensión o crítica hacia quienes mantenemos nuestro empleo y somos los encargados de prestar la asistencia.
Resulta, por tanto, especialmente importante en estos tiempos, mantener nuestras reivindicaciones desde una perspectiva responsable y sensible con las necesidades de nuestros pacientes, pero sin perder de vista la discriminación retributiva que llevamos décadas padeciendo o la preocupante falta de inversión en sanidad de los últimos años.
Hemos de ser capaces de encontrar la forma correcta de transmitir a la población la importancia que una correcta retribución de los profesionales sanitarios altamente cualificados tiene en el mantenimiento de una sanidad pública universal y de calidad.
El adecuado dimensionamiento de plantillas, el tiempo para atender a los pacientes, la cobertura de las bajas o la despolitización de la sanidad son reivindicaciones que directamente supondrían una gran mejora en la atención sanitaria a la población, pero la exigencia de mejoras retributivas, de equiparación salarial, de una regulación clara de jornadas y descansos o de restituir “agravios históricos” como la recuperación del sueldo en la paga extra son peticiones tan legítimas como necesarias e influyentes en la mejora asistencial.
Nuestro compromiso con la sociedad y nuestra responsabilidad como sanitarios no pueden suponer, en ningún caso, docilidad o silencio. Seguimos siendo uno de los países europeos que menos invierte en sanidad y los facultativos seguimos siendo los peor pagados con diferencia y es necesario que mantengamos nuestra queja, que sigamos haciéndonos oír.
Vamos a seguir trabajando en la asistencia y protegiendo la salud los ciudadanos con tanta profesionalidad y esmero como lo hemos hecho durante los peores meses de la pandemia, pero también vamos a seguir exigiendo mejoras laborales y retributivas porque entendemos que la sociedad nos debe este reconocimiento, porque llevamos años subestimados, ninguneados y mal pagados y porque necesitamos recuperar parte de la autoestima y dignidad que nos han querido arrancar.
Creo que ya nadie puede exigirnos demostraciones de compromiso, profesionalidad y hasta heroísmo en algunos casos, todo esta ha quedado ya ampliamente constatado (aunque algunos ahora lo olviden con demasiada rapidez).
Es hora de mantenernos firmes en el trabajo y no dejarnos convencer por los cantos de sirena de quienes alegando una crisis venidera nos dicen que éste no es el momento.
Es precisamente éste, el momento adecuado para ser tan constantes en el trabajo como inflexibles en nuestras reivindicaciones.
¡Ánimo y adelante!