El día 23 de abril nos hacíamos eco de la apertura de la unidad de ictus en el hospital Virgen Macarena. Una noticia que siempre es positiva, porque siempre es beneficioso para el conjunto de la sociedad la apertura de un nuevo servicio para tratar a determinados enfermos. Pero que en el caso de esta unidad ya nació condenada al fracaso. En primer lugar porque las obras llevaban un año finalizadas a la espera que desde la administración se hicieran las contrataciones de personal oportunas. Tras meses de obras finalizadas y de asociaciones de pacientes exigiendo la puesta en marcha de la unidad, bajo presión, el gerente, Francisco Torrubia abre la unidad pero sin personal específico contratado.
Para este tipo de tratamientos es adecuado que sea un neurologo el que atienda a los pacientes las 24 horas, puesto que es una enfermedad en la que es de vital importancia actuar lo antes posible para evitar secuelas. Y la unidad de ictus del Macarena comenzó con un neurologo para toda la planta de neurología, para las urgencias y para esta unidad. Son los residentes los que se han hecho cargo la mayor parte del tiempo de esta unidad, ya que a partir de la 8 de la tarde y los fines de semana ningún neurologo estaba de guardia.
Hoy nos comunican que la unidad cerrará durante el verano. Los pacientes de esta recién estrenada unidad serán tratados en la unidad de neurología. Tras unas obras, más de un año de espera para su apertura, una dotación material y dos meses en funcionamiento, la unidad de ictus echará el cierre. ¿Recorte o improvisación? ¿Es lógico el gasto realizado para que tan sólo dos meses después se cierre?